(Por Sol Agusti) En la provincia, crece la población de perros asilvestrados por conductas como el abandono por parte de sus dueños; así, los canes migran hacia las zonas rurales y atacan a la fauna e, incluso, a las personas.
USHUAIA.— Desde hace más de dos décadas, un problema le quita el sueño a los productores de campo de Tierra del Fuego: el crecimiento descontrolado y salvaje de perros que abandonados en las ciudades de la provincia migran hacia zonas rurales, se reproducen y atacan al ganado, a la fauna local e, incluso, a las personas.
Estos canes se mueven en jaurías y atacan no tanto por hambre. Detectan animales, los corren y lastiman y los abandonan agónicos en busca de otras “presas”.
Los perros asilvestrados, además de cambiar la matriz productiva en el campo, han atacado turistas, caminantes y personas en las estancias. “Si estás trabajando en el campo y te aparece una jauría de 15 o 16 perros no es una situación fácil, hay que tener sumo cuidado y estar armado”, dice Lucila Apolinaire, presidenta de la Sociedad Rural de Tierra del Fuego. Y añade: “Se logró consensuar con el gobierno una resolución que permite cazarlos cuando podés sorprenderlos fuera del área urbana, pero por su carácter y adaptación son animales asilvestrados, con conducta errante y difíciles de encontrar. Además de que no es agradable estar matando perros, aunque esté permitido en zonas rurales”.
Acerca de la manera en la cual se detecta y estudia el comportamiento de estos animales, Apolinaire afirma que “se usan cámaras trampa para detectar su movimiento e ir manejando el pastoreo de las haciendas. Son herramientas que sirven, pero están lejos de solucionar el problema”.
Ovejas La presencia y el avance de los perros asilvestrados cambió la manera de criar ganado en la provincia. “Está totalmente comprobado que la oveja funciona perfectamente en estas tierras, en este ecosistema: se bancan el invierno, la nieve; no así los bovinos”, afirma Apolinaire.
La presencia de estos perros –que son una especie exótica e invasora– trajo como una de sus consecuencias la desaparición casi total de la ganadería ovina. “Los perros en una actitud de caza atacan majadas de ovejas y se hizo insostenible la producción. Sostenemos pequeños números de ovejas para consumo, pero la mayoría ya no tiene ni siquiera 100″, indica.
Hay distintas formas en que los ganaderos fueguinos intentan seguir trabajando en el campo con este predador presente: cercos y perros y burros protectores de ganado.
“El tema es que los perros están tan desarrollados que ya no distinguen y atacan cualquier otro animal, no por hambre, sino por juego, tipo los lobos. Ponen al ecosistema en desequilibrio”, explica.
Con el avance de las jaurías y la reproducción descontrolada se perdió mucho de la tradición, la cultura y la identidad. Desde la Sociedad Rural de Tierra del Fuego, detallan: “Se pierden puestos porque trabajar con ovejas genera mucho más empleo que trabajar con bovino. También se perdieron puestos satelitales, vinculados a la esquila, el transporte, etc. Afectó en otros aspectos la economía de las estancias también, porque, por ejemplo, cuando se suplantó con el bovino hubo que hacer instalaciones nuevas. Además de que da un 30% menos de rentabilidad tener bovinos que ovinos”.
Ley
Tal es la dimensión que viene tomando el problema en las últimas décadas que en 2016 el entonces legislador fueguino Oscar Rubinos trabajó en una norma que terminó aprobándose por unanimidad: la Nº1146, que establece que los perros asilvestrados son una especie exótica invasora y que se deben definir estrategias para evitar el daño que causan.
La ley provincial tiene como objetivo “evitar el impacto de los perros asilvestrados en salud pública, biodiversidad, producción agropecuaria y actividades recreativas al aire libre”.
Además, crea un fondo para el Manejo de Poblaciones de Perros “que se destinará a implementar los planes derivados del Programa de Manejo de Poblaciones de Perros en el ámbito de aplicación de la presente, el que será administrado por la autoridad de aplicación”.
Para aplicar las estrategias de manejo de las poblaciones de perros, la Secretaría de Ambiente debe llevar adelante un programa cuyos planes se financian con un fondo con recursos del 50% de la recaudación del impuesto inmobiliario rural y convenios con organismos internacionales, nacionales, provinciales y municipales.
El problema es que las ciudades siguen “emitiendo” perros. Después de varios años sin actividad sostenida, este año se reactivó la mesa de trabajo con todas las partes involucradas. El espacio es coordinado por miembros de Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic/Conicet) y también asisten representantes de las tres ciudades de la provincia: Ushuaia, Río Grande y Tolhuin.
La visión de los científicos
Desde el Cadic, que depende del Conicet, el biólogo Emiliano Arona y el doctor en ciencias biológicas, Adrián Schiavini, estudiaron el problema de los perros sueltos en Tierra del Fuego.
“La problemática de los perros tiene ya muchísimo tiempo. Las ciudades crecieron de manera muy rápida y desordenada, los perros sueltos o abandonados migran a zonas rurales y con el paso del tiempo se empezaron a detectar ataque a ovinos. Este problema creció fuertemente a partir de 2000 con ataques más frecuentes, pero surge en la década del 80″, explica Arona, que empezó a estudiar el tema en 2021 como parte de su tesis doctoral.
“Desde los 80 la producción ovina se redujo notablemente, en su momento había en la provincia 600.000 ovejas y hoy hay menos de 300.000. Esta reducción se debe al ataque de los perros y se trató de cambiar de ganado ovino al bovino que son más resistentes a las embestidas de los cimarrones, pero hoy vemos que tampoco los bovinos se salvan, con ataques principalmente a terneros y novillos”.
“Para monitorear la cantidad y comportamiento de las jaurías tenemos 50 cámaras trampa colocadas en cinco estancias del centro de la provincia. Estas cámaras cubren 40.000 hectáreas y ayudan a registrar la cantidad de perros que vemos, identificarlos, ver por dónde se mueven y en qué horarios, así como los ataques al ganado y a la fauna”, detalla el biólogo.
“Con las cámaras pudimos identificar 190 perros diferentes, adultos y en su mayoría deambulando con cachorros, entre tres y cuatro cachorros, en cualquier época del año y recorriendo distancias muy grandes, que es algo importante de destacar. Tienen gran capacidad de dispersión y se mezclan en diferentes grupos. Además transmiten enfermedades”, agrega.
“Actualmente existen numerosas jaurías en toda la isla, superando en algunos casos los 10 individuos cada una. Considerando que tienen celos dos veces al año, y un promedio de cuatro crías en estado salvaje, el crecimiento poblacional anual es verdaderamente alto”, define Arona.
Tenencia responsable
El biólogo destaca que la problemática de los perros no es solo local: “Sucede en el mundo. Chile también tiene un gran problema con los perros sueltos y asilvestrados. América del Sur es uno de los lugares donde más problemas hay”.
En Chile tienen leyes y ordenanzas sobre tenencia responsable de mascotas, como en la Argentina. Implica no dejar perros sueltos, impulsar la castración, y aplicar multas que hacen responsable al dueño de los animales.
Desde el Cadic afirman que “la solución está en las ciudades, pero como se da en dos contextos diferentes –zonas urbanas y rurales– las acciones tienen que ir en paralelo. Reforzando más la tenencia responsable y el control en las ciudades, los perros están en las calles como consecuencia de un comportamiento humano. Por otro lado, incentivar a la esterilización, chipeo, etc. Son procesos de mucho tiempo, pero hay que hacerlo sí o sí, porque es la única manera de solucionar el problema”.
En el campo, el camino implica trabajar viendo cómo se puede reducir la cantidad de perros asilvestrados, con cercos perimetrales eléctricos para que no entren a los terrenos o minimizando esa entrada.
“Otras estancias usan perros protectores de ganado, que se utilizan mucho en el mundo para proteger de lobos, coyotes, pumas y acá sería para los perros asilvestrados”, indican desde el organismo.
Para reducirlos, como plantean, no queda otra manera que la captura, con el trampeo o la caza: “Los perros no tienen la culpa, pero tampoco la tienen los ovinos ni las personas que trabajan en el campo. No hay otra forma”.
Por Sol Agusti