Gastón Lodos.- Bien sabido es que el gobierno nacional tiene, entre tantos problemas, la necesidad casi diaria de proyectar solidez ante tirones puertas adentro de la coalición. La temperatura no está más baja en las filas opositoras y, en estas últimas horas, surgieron diferentes declaraciones y comunicados que, al parecer, buscan competir palmo a palmo por ver cuál es la coalición más difícil de sostener.
El fenómeno de las coaliciones no es nuevo ni para Argentina, ni para el mundo; en la era democrática reciente nuestro país había probado con este esquema allá por 1999; aunque la historia es conocida por todos.
Del gobierno de Cambiemos puede desprenderse el primer intento sólido de coalición, aunque se materializó en la campaña 2015 pero no tanto en el ejercicio del Ejecutivo y, finalmente, este esquema llegó a su ejecución plena a partir del 2019, con las dificultades que implica el modelo presidencialista a la hora de gobernar de esta manera.
Sin embargo, parecería que el nivel de segmentación social que se vislumbra tan evidentemente en las esferas del marketing, migró a la representación política.
Ya no existen los grandes liderazgos, existen porciones de representación, más grandes o más chicas. Con su caudal político, cada fragmento se reúne en función de un objetivo y una agenda en común. En la política nacional, las internas no se ordenan linealmente hacia arriba. Cada espacio responde a un grupo de electores, pero dentro de esos espacios la cosa también está segmentada.
De ahí que, si bien el peso político es directamente proporcional al nivel de votos, los liderazgos internos se dirimen permanentemente en los dos espacios más importantes de representación nacional.
Por estas horas, se movió el avispero en Juntos por el Cambio y volvieron a revelarse las diferencias. Después de haber llevado adelante una mesa nacional, emitieron un comunicado en el que fueron taxativos en varios aspectos y que no fue bien recibido por el sector más identificado como “duro” dentro del espacio.
La carta publicada en las redes sociales es un claro apoyo a Gerardo Morales, gobernador jujeño con aspiraciones presidenciales, quien fue apuntado por presuntos acuerdos con Sergio Massa en las designaciones para consejeros de la Magistratura.
“Negamos esta falsa información de manera rotunda e insistimos en que el cargo de la minoría en el Senado corresponde a Juntos por el Cambio, al senador Luis Juez”, dice el documento y agrega: “Consideramos que este nivel de mentira atenta contra los valores democráticos de defensa de la verdad”.
Quienes saben de estos temas dicen que el sector que trabaja con Morales le endilga esta presunta operación al oficialismo, pero también a Mauricio Macri. Algo que el gobernador de Jujuy le habría planteado en la cara al ex presidente durante la reunión.
Pero el punto neurálgico de la discusión nacional de Juntos por el Cambio tiene nombre y apellido: Javier Milei. La imagen del liberal libertario no deja de crecer en todo el país y muchos creen que el incómodo diputado nacional tiene un discurso que tracciona más en seguidores de la oposición que del oficialismo.
En este sentido, la mesa nacional del espacio opositor fue taxativa: “Hay actores de la vida política que buscan el quiebre de Juntos por el Cambio, entre ellos Javier Milei, que no forma parte de JxC e intenta quebrar nuestra unidad siendo funcional al oficialismo”.
Esto es un poroto que sumó el sector de Morales, del que también forman parte María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta; luego de que Milei haya criticado fuerte a Carrió; intocable fundadora del espacio.
Los principales adalides de la incorporación de Milei a Juntos por el Cambio son el expresidente Macri y Patricia Bullrich que, casi inmediatamente luego de la publicación del comunicado expresó: “En la reunión de ayer hubo algunos temas que hay que debatirlos mejor. Este tema —sobre Milei— no estaba en mi agenda, no había sido discutido previamente por los partidos. Llegué a la reunión tarde y la decisión estaba tomada”.
Bullrich afirmó que no ve conveniente «empezar por los no» porque, según ella, no hay que «cerrarle las puertas antes de tiempo a nadie».
Milei incomoda a un sector de la alianza opositora y, una vez conocido el comunicado -al tono de “A cabo que ni quería”- el economista lanzó en twitter: “Nunca podríamos ir en un espacio que ha sido corresponsable del fracaso. Sí invitamos a todos aquellos que compartan nuestras ideas.”
El discurso antipolítico es efectivo en una época de representaciones sumamente segmentadas, sobrevoladas por un aura de desconfianza ante la falta de respuesta ante los problemas cotidianos; pero que alimenta a pasos agigantados el descontento y la reacción.
A la hora de dirimir los liderazgos parecería que la mesa nacional de Juntos por el Cambio se encuentra en medio de una dicotomía que, al menos por ahora, no está pudiendo resolver: o se apunta a un discurso outsider -entre mil comillas-, o se juega a una polarización en apariencia light. Las dos tienen sus riesgos.