Bajo el título “Parque binacional, turismo y aguas interiores australes” publicado en el portal Prensa Antártica, el ex cónsul de Chile en Ushuaia, Jorge Guzmán, cuestionó duramente el proyecto de Parque Binacional elevado por el gobierno fueguino a las cancillerías de Argentina y Chile, entendiendo que “la iniciativa de la Gobernadora de Tierra del Fuego vuelve a ilustrar, primero, la debilidad de la oferta turística de Ushuaia y, segundo, la permanente ambición de ese país de acceder a los atractivos turísticos de las aguas interiores de la Región de Magallanes y Antártica Chilena”.
En ese sentido, para el exdiplomático “se entiende que esta iniciativa está inspirada en el espíritu de integración que debe imperar entre Chile y Argentina y que, por lo mismo, debería ser equitativamente beneficiosa”.
Y ejemplifica: “Ese parque binacional podría servir para desarrollar una visión compartida sobre el problema del castor, esto es, la antigua introducción argentina que sigue causando un progresivo daño al bosque subantártico y a la economía magallánica (en Ushuaia a este enorme problema ambiental se le considera un recurso turístico)”.
“Sin embargo, para los que conocemos al Gobierno de Ushuaia y a su hábil y ambicioso sector turístico (apoyado en un concepto geopolítico y geoeconómico claro y consistente) sabemos que esto no es tan así”, afirma en su artículo.
Guzmán señala que “entre otras cosas (y en los hechos), la iniciativa de Gobernadora de Tierra del Fuego Argentina vuelve a ilustrar, primero, la debilidad de la oferta turística de Ushuaia y, segundo, la permanente ambición de ese país de acceder a los atractivos turísticos de las aguas interiores de la Región de Magallanes y Antártica Chilena”.
“Ambos aspectos están intrínsecamente relacionados. Sobre lo primero, los que conocemos Ushuaia sabemos que su oferta turística es, por definición, limitada. Además de su presidio y de algunos pocos atractivos gastronómicos, el plato fuerte lo constituyen una breve navegación por el sector argentino del Canal Beagle, la visita al Parque Nacional coloquialmente llamado Lapataia, y la visita a otros pocos sectores adyacentes”, señala.
Y sostiene: “Todo lo demás –en los hechos y en el negocio– ergo, lo verdaderamente atractivo del sur del mundo, está en el sector chileno”.
“Entre muchos otros, son chilenos los glaciares del Canal Beagle, el Canal Murray y las Islas del Cabo de Hornos, cada uno con sus bellezas escénicas, sus poblaciones de aves y cetáceos, y sus geografías-históricas de interés y relevancia mundial. Esto, además de los lagos y ríos fueguinos de mayor interés para la pesca deportiva y para otras actividades outdoor, que, valga acotar, siguen esperando ser objeto de la imaginación y la acción del Estado y de los empresarios chilenos….”, detalla.
Y continúa: “Segundo, el acceso a las aguas interiores chilenas ha sido un objetivo permanente de la geopolítica argentina. Durante las negociaciones que condujeron a la firma de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982), Chile puso especial atención a la cuestión de las aguas interiores y a la situación de los estrechos. Entre otras cosas, porque por razones tanto de seguridad, como geopolíticas y geoeconómicas, nuestro país se opuso a que ni si siquiera se considerara que el Canal Beagle pudiera ser internacionalizado, es decir, que se le asignará un estatus jurídico semejante al del Estrecho de Magallanes. Para el observador atento las razones son obvias”.
Guzmán recuerda, en su artículo, que por esta razón “al Tratado de Paz y Amistad de 1984 se le adicionó un Anexo de Navegación en el cual se fijó una ruta única y taxativa para el tránsito marítimo entre los puertos argentinos en el Canal Beagle (Ushuaia y su base naval) y los puertos chilenos en el Estrecho de Magallanes”.
“Un referente directo de esta restricción se encuentra en la renuncia que debió hacer nuestro país a la Zona Económica Exclusiva y a la plataforma continental (hasta y más allá de las 200 millas) proyectadas desde nuestras islas al sur del canal Beagle, esto es, desde Picton, Nueva, Lennox, y desde otras islas e islotes australes, partes del territorio de la Región de Magallanes y Antártica Chilena”, agrega.
El ex Cónsul asegura que “desde un punto de vista geo-jurídico, el acceso de los operadores turísticos argentinos a las aguas del Canal Beagle chileno, al Canal Murray y al Cabo de Hornos permitiría obviar la limitación impuesta por el Tratado de 1984 y, en el mismo plano, importaría despojar de significado a la renuncia a enormes espacios geográficos (y a sus recursos naturales) que, conforme con el Derecho Internacional, deberían pertenecer a la República de Chile”.
“Así, desde todo ángulo, esta nueva iniciativa argentina por la paz constituye la reformulación de las dos aspiraciones antes anotadas. Su lógica principal no es, como se nos quiere hacer creer, coronar la paz entre ambos países (a estas alturas de la historia una redundancia), sino que coronar a la capital argentina de Tierra del Fuego como el principal centro turístico del sur del mundo y, por extensión, consolidar el dominio argentino al sur del Estrecho de Magallanes y al sur del Canal Beagle”, afirma.
Guzmán sostiene que “si la propuesta argentina estuviera efectivamente inspirada en la equidad para la integración (que además de necesaria debe ser justa), esta habría, de partida, mencionado la disposición de ese país (y en especial del Gobierno de Ushuaia) de cumplir con lo pactado en 1997, cuando los Presidentes Frei Ruiz Tagle y Menem suscribieron el Acuerdo Complementario de Apertura y Cierre sobre Pasos Fronterizos que, de forma permanente, habilitó el Paso Puerto Almanza-Puerto Williams”.
“En 1997 fui designado Cónsul de Chile en Ushuaia para, entre otras cosas, ocuparme de la implementación de ese Paso fronterizo. A pesar de haber comprobado en terreno que la apertura de dicho Paso internacional era total y materialmente factible, no tuve éxito (ítem: en 2008 renuncié a la Cancillería chilena)”, menciona.
Y agrega: “La razón: la firme oposición del Gobierno de Ushuaia. ¿Por qué? Porque, a pesar de la citada declarada vocación de integración, ese Paso podría, materialmente, beneficiar a Puerto Williams (y a sus habitantes): es decir, podría beneficiar a Chile y, en el análisis geopolítico argentino (siempre mejor que el chileno), no solo atentar contra el desarrollo del turismo de Ushuaia, sino permitir el fortalecimiento de la presencia chilena al sur del Canal Beagle, Mar Austral y Antártica Americana incluidos”.
Para Guzmán “mientras durante las últimas dos décadas Chile ha contribuido de forma permanente, material y mensurable a la consolidación de Ushuaia mejorando la infraestructura portuaria y vial entre Primera Angostura y el Paso San Sebastián, Argentina, simplemente, no ha cumplido con lo pactado en 1997”.
“Ha sido la cooperación chilena la que ha facilitado que Ushuaia consolidara su dominio relativo en materia de turismo marítimo en la Antártica Americana (para los efectos de nuestro ordenamiento interno, el Territorio Chileno Antártico)”, aseguró.
Y ejemplifica que “mientras a través del Paso San Sebastián transitan más de 250 mil personas al año, aun no es posible cruzar el Canal Beagle desde Almanza para llegar por tierra a Puerto Williams. Como en el tango, fumando espero….”.
“Estos son los porfiados hechos….”, señala Guzmán para quien “ha sido el incumpliendo argentino que anoto lo que, más reciente y sorprendentemente, ha motivado la apertura de un Paso fronterizo hacia Puerto Navarino. Mirado este asunto desde el interés permanente de Chile, esto es simplemente inexplicable”.
Asimismo, el ex diplomático planteó su sorpresa “que las autoridades nacionales y regionales de sucesivos gobiernos chilenos hayan contribuido a esta operación, que, por definición, es material y expresamente contraria al propósito de fortalecer el desarrollo de Puerto Williams”.
“Es más, otra vez en los hechos, esta cooperación chilena parece haber terminado por validar el incumplimiento argentino del citado acuerdo de 1997, que, de paso sea dicho, por ahora en naves de bandera nacional, permite a empresas que tributan en Ushuaia acceder a los atractivos de las aguas interiores chilenas (Cabo de Hornos incluido)”.
Y opinó que “en mi concepto, mientras Argentina continúe sin cumplir lo pactado en 1997, no debería ser posible avanzar en temas tales como el de un ‘parque nacional binacional Lapataia-Yendegaia’. Y – aunque ello ocurriera para consensuar regímenes y medidas de conservación siempre deseables – es fundamental que las autoridades chilenas (incluidos el Gobierno Regional y la Cancillería) consideren que para el interés de Chile en general, y para el interés material y mensurable de la economía regional, no es conveniente que en ese lugar se habilite un Paso fronterizo”.
“Un Paso internacional en ese sitio – en definitiva, la razón verdadera de la generosa propuesta de la gobernadora argentina – ampliaría de manera definitiva la hasta ahora pobre oferta turística de Ushuaia”, afirmó.
Y sostuvo que esto “condenaría a Puerto Williams a continuar siendo, en esencia, una base naval. Insisto: lo que al Gobierno de Ushuaia (y a Argentina) en verdad le interesa, es el acceso, desde Yendegaia, a la región Oeste del Canal Beagle, al Canal Murray y al Cabo de Hornos y, en el mismo contexto, a una ruta directa entre Ushuaia y la Antártica”.
“No soy, en ningún sentido, anti-argentino. No me defino por negación. En cambio, sí soy pro-chileno (mi familia vino al país en 1557 y, entre otras cosas, está documentada en La Araucana)”, aclara.
Guzmán asegura que “con una loable visión prospectiva, nuestros vecinos argentinos se han adelantado a calcular cuál será el impacto que tendrá la conclusión del camino a Vicuña-Yendegaia, esto es, después de más de un siglo, el arribo por tierra del Estado chileno a la orilla Norte del Canal Beagle…. Uuuffff….”.
Y cierra: “Con esa misma mirada prospectiva, la solución chilena de fondo es simple: de una vez por todas debemos entender y hacernos cargo de nuestro propio territorio. Si no lo hacemos, alguien más lo hará”.