Por Silvana Minue.- La vivienda más antigua de la Estancia La Pampa, que sirvió también a la comunidad selk´nam Rafaela Ishton, ya que el lugar era su domicilio legal desde su fundación en 1924, se incendió completamente el domingo último.
Según el relato policial, el fuego se habría originado en el entretecho de la vivienda, mientras Jorge Saravia, hijo de la diputada (MC) Amalia Gudiño, se encontraba dentro de la casa y a pesar de los intentos de detener el incendio, al arribar los bomberos a la zona rural, el daño era irreparable.
La Estancia La Pampa está ubicada sobre la ruta 23 y el acceso al territorio indígena y allí viven actualmente los descendientes de Rafaela Ishton, Carlos Arosteguichar y Amalia Gudiño con sus hijos y nietos.
Ante esta situación, quién salió a expresar su tristeza fue Margarita Maldonado ya que «de niños pasamos mucho por la casa de Rafaela y Santiago, solíamos ir a jugar. Era un lugar hermoso, éramos recibidos por Rafaela y después por la familia de Amalia Gudiño, nos juntábamos con los mayores y con gente que venía de otros lugares y de la televisión, a hacer notas documentales. Y también ahí tuve la posibilidad de conocer muchísima gente y verlo todo convertido en ceniza es muy triste también».
En declaraciones a FM DEL PUEBLO, Maldonado recordó que en su libro «Entre dos Mundos» hay fotos de ella junto a los demás hermanos en una casa que tenía más de 100 años de historia. Y si bien «había proyectos de hacerlo museo, lamentablemente no se hicieron. Ahora es una pena, no queda nada, podía haber estado preservado como un museo histórico», sostuvo y agregó que se puede hacer una nueva casa, una especie de reconstrucción «pero pierde la esencia» porque «allí había mucha espiritualidad en nuestros mayores que ya no están».
«Necesitamos respeto»
Por otro lado, se le consultó a Maldonado por el posteo en Instagram que realizó Vanina Ojeda, descendiente del pueblo selknam, en el cual hizo una reflexión en el marco del festejo por un nuevo aniversario de fundación de Río Grande, apelando a la memoria en que la ciudad se erigió «dejando tras de sí un vasto cementerio» y que se recuerda la figura de los antiguos pobladores pero no así la de los primeros habitantes, los selknam y otros pueblos.
«Siempre se habla del pasado y no del presente. Y el presente somos nosotros que lo hemos construido, a través de recuperar muchas de nuestras historia, vivencias, y la mantenemos viva con nuestro trabajo de transmisión cultural, de estar en permanencia y no somos reconocidos. El reconocimiento no ha llegado todavía a Tierra del Fuego para nuestros pueblos, siempre se nos entregan en migajas», expresó.
«Nosotros queremos un espacio digno, no necesitamos lástima, necesitamos respeto para que podamos sentirnos dignos de esta sangre que llevamos con mucha fortaleza, porque la misma sociedad a veces te lleva a sentirte mal y despreciado. Hay mucha xenofobia, racismo, muchas cosas que duelen. Pero todos los desprecios, todas las risas y las burlas que podía haber tenido el tiempo pasado, a mí me ayudaron a construirlo. Y siempre busqué el sí y creo que me gané un espacio dentro de la sociedad, más que nada con la Sociedad de Tierra del Fuego, con el ciudadano, no con las autoridades de un gobierno sino con los antiguos pobladores, nuestros queridos inmigrantes. Pero sin olvidar y recordar que esta tierra tenía un pueblo vivo, que era el pueblo selknam, con sus casas, con su filosofía de vida, su cosmovisión y suerte. La historia era un pueblo vivo y hoy día estamos nosotros, nunca va a haber un último mientras haya un selknam vivo, la única bandera que vamos a levantar es la del pueblo selknam», concluyó.
