Envasado en una lata de hierro y estaño, fabricado por Huntley & Palmers hace 106 años, el equipo del Antarctic Heritage Trust encontró un budín de frutas en perfecto estado en la base de Cabo Adare. Según se hizo público, el alimento pertenece a la expedición llamada Terra Nova (de 1910-1913), de Robert Scott, al final de la cual él y sus hombres morirían. Este tipo de budín estaba entre los alimentos que aquella expedición llevó consigo.
Aunque la lata sufrió los 106 años de inclemencias en la latitud con menor temperatura de toda la Tierra, al abrirla y comprobar el contenido, los conservadores se sorprendieron porque el budín tenía una apariencia y aroma muy apetitosos. El trabajo de conservación, les exige la limpieza del óxido de la lata, por lo que sometieron el material a una estabilización química y revestimiento protector de los restos de la lata.
También se llevó a cabo la desacidificación de la etiqueta de estaño y algunas reparaciones físicas de la envoltura de papel rasgado y la etiqueta de estaño. El budín en sí estaba en excelentes condiciones.
La jefa de proyecto, Lizzie Meek dijo que «encontrar en solo dos semanas y entre los restos de las últimas latas oxidadas del yacimiento de Cabo Adare un budín tan perfectamente preservado fue una enorme sorpresa».
Según comenta el equipo, este tipo de alimento es una comida de aporte de alta energía, ideal para las condiciones de una expedición antártica. «De hecho es todavía un tipo de budín que figura entre los alimentos favoritos en los viajes actuales a las zonas heladas».
Desde mayo de 2016 el equipo trabajó en el laboratorio del Museo Canterbury tratando de conservar los objetos recuperados en Cabo Adare, en la etapa de estabilización y estudio de casi 1.500 piezas. Ahora se abre una nueva etapa, que incluye labores de conservación de los edificios de Cabo Adare. Las cabañas datan de la expedición noruega de Carsten Borchgrevink en 1899 y fueron reutilizadas más tarde por el capitán Scott en 1911. Fueron instalaciones pioneras en la Antártida y representan los únicos ejemplos de una primera construcción dejada por la humanidad en un continente.
Los convenios científicos establecen que, una vez realizados los trabajos de conservación, los objetos sean devueltos a su entorno original, lo que ocurrirá después de la restauración de las cabañas. Entre los socios del Trust destacan el Gobierno de Noruega, el Museo Canterbury y Nueva Zelanda.