(Por Ayelén Natalí Giroldi*) – Si bien lo esencial de los seres humanos es su diversidad, lo cierto es que los cuerpos que se salen de las normas hegemónicas generan gran ansiedad social. Por eso hace algunos años se viene conformando un colectivo al que se denomina activismo gordo. Lo que se reivindica en este espacio de lucha, es la capacidad de correrse de la opresión y violencia que sufren las personas gordas en un mundo que propone únicamente ser flacos, vulnerando los derechos de quiénes nunca van a serlo.
Es un movimiento todavía no muy conocido y cuestionado por algunos que, por ejemplo, plantean que este colectivo hace apología de los malos hábitos y la obesidad, por eso es necesario aclarar que no se trata de eso. Este proceso de resistencia social que se fue conformando desde fines del siglo veinte, busca frenar el control de los cuerpos.
En todo caso, el activismo gordo de lo único que hace apología es del derecho inalienable de todas las personas a la autonomía corporal. Del derecho a ser felices públicamente con el cuerpo que cada uno tiene. De dejar de callarse frente a la discriminación.
Ideas magras que nutren la gordofobia
Los cuerpos gordos no venden, no atraen, no son reconocidos. El mundo que habitamos está diseñado para rechazar los cuerpos grandes. Ser portador de la gordura es convertirse en objeto de discriminación, violencia y estigma. Nadie quiere ser gordo, ni siquiera los que ya lo son.
Teniendo en cuenta estas problemáticas sociales, Fernanda Rossi no fue indiferente. La activista gorda de Río Grande hace ya un tiempo que difunde contenido en sus redes sociales que llamó “Bitácora de la gorda” y publica un podcast quincenal tratando temáticas sobre activismo gordo. En uno de sus recientes contenidos colgados en la web se explaya sobre el “body positive” (cuerpos en positivo). Explicando que “es esta cuestión de poder mirarse, no querer cambiar lo que uno ve en el espejo a causa de otros. Porque una cosa es cambiarlo porque queremos y otra es cambiarlo porque nos lo demandan. El body positivey el activismo gordo tienen que ver con salir del closet del sobrepeso ¡basta, no queremos estar más escondidos!”
Esa es la razón que muchos encontraron para resistir con el cuerpo tanta exclusión y querer mostrarse como parte de la sociedad, intentar romper con la nefasta idea de que los gordos deben esconderse, transformarse o tratar de pasar desapercibidos.
Al respecto Fernanda Rossi, que también es periodista y tiene la necesidad de comunicar estas ideas, cuenta que “El activismo gordo tiene como principal objetivo amigarse con el propio cuerpo. Promover el amor propio, intentar que las personas se quieran como son, en el envase que vinieron y que puedan reconciliarse con esa imagen que les devuelve el espejo”.
La diversidad corporal que impulsa a la resistencia
El desafío es poner en palabras que el rechazo a la gordura no es solo una presión estética en la industria de la moda o la publicidad. No entrar en un tomógrafo o en el asiento de un avión, es una problemática que le dice al gordo que en este mundo no hay lugar para él. Representa un flagelo al que hay que darle una respuesta urgente. Y por eso el sentido del activismo gordo y su lucha social. Ser activista para visibilizar los cuerpos gordos es una respuesta política que nace de una decisión de ponerle un freno a la invisivilización y discriminación.
Frente a esta situación, Fernanda sostiene la importancia de comprender que: “El activismo gordo nace a consecuencia de la enorme gordofobia que vivimos en el mundo en general, en Argentina en particular. Cada vez que se señala a las personas con sobrepeso, hay un escudo muy mentiroso sobre su salud. Me lo decís no porque me querés ver bien, sino porque te molesta lo que ves”.
Volvemos sobre un cuestionamiento impostergable ¿Por qué la gordura es una ofensa? Nos debatimos entre afirmar que ser gordo es portar una enfermedad que combatimos con vida saludable y actividad física, pero la vivimos como un “mal social” al que tememos y queremos evitar.
Por eso el activismo gordo se apropia del adjetivo para convertir el insulto en resistencia. No acepta que sea una ofensa que humille y por el contrario, lo propone como una realidad social con la que debemos convivir sanamente.
Cuerpos impropios, no normativos y disidentes
Y como todas las revoluciones, esta también molesta. Lo que desconcierta es que se juzgue con tanta ignorancia a los cuerpos “extra grandes”. ¿Por qué naturalizar el deseo social instalado que implica que los gordos no tengan derecho a existir? La gordura se disciplina, se reglamenta, se visibiliza solo para cambiarla, nunca para respetarla.
Jessica Zelasco y Ana Larriel son licenciadas en psicología e integrantes del taller «Hacer la vista gorda». Ambas plantean la reflexión sobre los prejuicios naturalizados hacia los cuerpos gordos, sacando de su lugar de certeza indiscutible a los diagnósticos médicos y cuestionando si la única manera de pensar la gordura es mediante la patologización. ¿Por qué ser gordo implica fracaso social, malos hábitos, falta de voluntad?
La diversidad no se celebra en un mundo capitalista neoliberal de producción y control, donde existe una sola forma de salud y belleza. En los tiempos que corren, el mercado nos invita a transformar la gordura en delgadez.
Es importante aclarar entonces, que aceptar que el gordo tiene derecho a la igualdad no es hacer apología de la obesidad, sino que es visibilizar una realidad presente. Los gordos existen y son más de la mitad de la población argentina. No falta el cuestionamiento al gordo que no tiene vergüenza en mostrarse feliz con el cuerpo que le tocó. ¿Por qué será que los gordos tienen que postergar su empoderamiento para otras vidas?
Para un obeso es más fácil cargar kilos que prejuicios y discriminación. Porque mucho más difícil que bajar de peso, es hacer entender al resto de los mortales, que ningún gordo ve la salida en la delgadez y que su felicidad está en otro lado. Que el gordo se merece vivir libre de prejuicios que lo engordan de complejos.
Eso nos ayuda a pensar Laura Contrera, filósofa, activista gorda y coeditora del libro “Cuerpos sin patrones” (Editorial Madreselva). En sus páginas sostiene una consigna fundamental: “Combatir toda forma de patologización y estigmatización sobre la gordura. Correrse del silencio opresor para revertir expresiones negativas, el lenguaje discriminador y la representación de la gordura como una amenaza que hay que evitar.”
Esas son las ideas políticas que buscan expresar los gordos. Activismo gordo para quebrar la hegemonía de la ropa que no entra, romper las restricciones de la moda, rechazar el comercio mercenario de las dietas y recetas mágicas para hacer desaparecer la grasa. No permitir que se siga señalando al gordo como ejemplo de lo que está mal. No sacarse el amor propio. Convivir en armonía con la diversidad de cuerpos. Dejar de dar explicaciones sobre los motivos de la talla y la contextura. Hay que politizar las diferencias corporales.
Celebrar la diversidad que nos hace seres humanos. Porque los ideales de belleza establecidos atacan directamente a los gordos hiriendo de muerte su autoestima. Porque los cuerpos gordos tienen derecho a ser deseados y respetados.
Frente a ello, en nuestra ciudad todavía muy pocos gordos se animan a lucirse con orgullo y sin vergüenza. Pero lentamente el activismo gordo se organiza y resiste, interpela, estudia y se cuestiona para poner en escena a los cuerpos reales y su derecho a vivir en igualdad. Esa es meta, asumir el desafío de negarse a la normatividad que impide la autonomía de ser quién cada uno quiera.
* Informe realizado por alumna de 3° año de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social del CENT N° 35, en el marco de la materia Prácticas ProfesionalizantesII.