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30 de octubre de 2024

25 de mayo: Lo que no nos enseñaron en el colegio

(Especial por Esteban Machiavello). En estos días en los que la soberanía se encuentra nuevamente amenazada, volvemos a mirar para atrás en un nuevo aniversario de lo que nos dijeron que fue una revolución. Aquí, algunas cuestiones para completar o descartar lo que nos enseñaron en el colegio.

Nos dijeron que la revolución de mayo fue una revolución popular, pero el revisionismo histórico de los últimos años afirma que no fue así. Lejos de ello fue una revuelta de un sector de la clase “decente” de criollos y españoles adinerados que temían la participación de la “chusma” tanto como los partidarios del virrey.

En 1810 Buenos Aires tenía una población de 45.000 habitantes, los sectores populares estaban formados por grupos muy amplios y heterogéneos de personas, incluidos los esclavos, que trabajaban como artesanos, peones, jornaleros, vendedores ambulantes y demás. No hay documentos que confirmen cuántos de ellos participaron en el movimiento revolucionario. De ahí que los historiadores concuerden en la idea de que el 25 de mayo no se produjo una revolución sino que a partir de esa fecha el proceso revolucionario comenzó a dar sus primeros pasos.

La Primera Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Para algunos era una estrategia a la que llamaron la «máscara de Fernando». Pensaban que todavía no había llegado el momento. Los revolucionarios fueron conservadores, no declararon la independencia. En el Río de la Plata se siguió jurando en nombre de Fernando VII con la bandera española flameando en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1815. La emancipación formal llegaría el 9 de julio de 1816. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias: “Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”.

Aquel 25 de mayo cayó viernes, y por la mañana, en la Plaza de la Victoria había parte de las tropas y no más de mil personas. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas, pero French y Beruti repartían cintas blancas y rojas, colores que simbolizaban la unión entre americanos y europeos. Según otra postura, el color blanco representaba la paz y la roja a la guerra. Un grupo de jóvenes, enviados los morenistas, gritaban consignas para alentar a la gente.

El viento y la garúa constantes habían hecho que la gente se retirara de la plaza y los que se quedaron, un centenar de personas que soportaban el clima durante la tarde, se protegía bajo los aleros de las casas y galerías aledañas. La lluvia impedía que se encendieran las luminarias; las candilejas y faroles se apagaban, por eso se abrieron los postigos de todas las ventanas iluminadas desde el interior de las casas con candelabros. Muy pocos tenían paraguas, un artículo caro y de lujo, importado de Inglaterra y que vendía una sola tienda.

Algún historiador dijo que la revolución es la madre que se come a sus propios hijos, y los hombres de aquella junta tuvieron finales acorde a esa postura. Saavedra y Juan José Paso murieron absolutamente olvidados. El enemigo de Saavedra, Mariano Moreno murió en alta mar en una fragata inglesa. Su hermano Manuel siempre sostuvo que Mariano fue envenenado por disposición de sus enemigos.

Alberti murió de un ataque al corazón a los 48 años, mientras que Azcuénaga murió en 1833, rodeado de su familia en su finca, justo donde actualmente se encuentra emplazada la Residencia Presidencial de Olivos.

Matheu se alejó de la función pública en 1847 y se convirtió en un comerciante de bajo perfil. Lo mismo hizo Larrea, que murió en 1847, cuando se suicidó de un navajazo, deprimido y endeudado.

Castelli fue procesado militarmente por su actuación en el desastre de Huaqui y por sus diferencias con Viamonte. El 12 de octubre de 1812 murió en prisión víctima de un cáncer de lengua provocado por la quemadura de un cigarro.

Y quien fuera tildado de afeminado por su voz finita, Manuel Belgrano, murió en 1820, víctima de múltiples enfermedades y en la más absoluta pobreza. Su lápida fue confeccionada con un mármol de una cómoda perteneciente a su hermana. No tenía dinero ni para su funeral.

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